Cuerpos ígneos, suspendidos en el aire, oscilando de un lado a otro, tratando de alcanzar un descenso indefinido. Sus pies, sin vigor alguno, hurgando la superficie tapizada del pequeño diván. Sus rostros desfigurados, ya no aguardan calor humano, su ojos desorbitados han perdido los confines de la tierra. Muerte, extinción de la vida, pena capital impuesta por los jueces del discernimiento. Plenitud disparatada. Todo recuerdo, todo olvido, templándose con los pecados; ya no acechan la memoria.
No hay memoria. No hay peligro. No hay temor.
Cuerpos ígneos, entregados a los sueños infinitos, desquiciados de placeres del respiro.
Pulmones huecos, corazones comprimidos, lágrimas secas, labios sellados.
Cuerpos ígneos, presos en la tierra; almas libres adentrando en las tinieblas.
Hermosa sensualidad.
ResponderEliminarUn saludo.