Con el paso de los años, encontrar las palabras adecuadas resulta cada vez más complicado. Nuestras dudas y vacilaciones nos tientan a tirar la toalla. Nos negamos a utilizar las malas experiencias y optamos por rendirnos o resignarnos. Confundimos un traspiés con una caída, y esto es lo que nos lleva a renunciar: en el camino de la vida, la regla no es levantarse después de cada caída; sino aceptar cada tropiezo, tratando de no rozar nunca el suelo. Caer es tocar fondo; y tocar fondo es rendirse.
A lo largo de mi vida, muchas veces he tratado de esquivar casillas. Cometí el error de intentar resolver el crucigrama usando solo buenas experiencias; y al ver que gran parte de él quedaba incompleto, dejé que esas malas experiencias acumuladas se fueran apoderando de mi espíritu; y entonces, absorbían toda mi energía, debilitándome, animándome a tirar la toalla.
No he aprendido la lección, en absoluto. Pero he avanzado: he aprendido a pulir mis errores, he aprendido que el sufrimiento forma parte de la alegría, y que en la llanura también hay rocas.
He aprendido a tropezar y no caer; controlar mis debilidades; a rellenar mis espacios vacíos.
Pero sobre todo, he aprendido que todavía me queda mucho por aprender.
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