domingo, 18 de agosto de 2013

Sobre la autodestrucción y el hambre

Crujidos en mi garganta,
El aire se enrosca en la sequedad de mis heridas, menguadas con alcohol y restos de la ira que un día broto de mí, tratando de vacíar el vacío infernal que me acechaba. La sobra del recuerdo a cuestas, y el miedo al devenir, clavado en mi pecho. Astillas en el corazón, rasguños enmendados por el tiempo y la esperanza.
Cuando el aroma del verde, se convirtio en el hedor del gris, una lágrima resbaló, del ojo del cuervo, y, tras reposar, hundida entre las plumas ds su ala, penetró ferozmente en las entrañas de la tierra. Y entonces, yo, que soy tierra, senti dolor. Y tu, que tierra eres, notaste la leve humedad de la tristeza.                                        
                                               

                       

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