miércoles, 16 de noviembre de 2016

Lágrimas cultivadas


Y con el paso de los años, 
decides que lo mejor es regresar a mí,
reclamar mi cuerpo, y solo mi cuerpo.
Más no escuchas el canto de mi alma,
que tras retorcerse por las esquinas
después de muchas puestas de sol,
que tras haberse empapado
de lágrimas agridulces de recuerdo,
ha aprendido a cantar a la luz de la luna.
Vienes a robar mis anocheceres,
una vez más, a tratar de poseerme.
Y ahora, que soy una fiera salvaje,
ahora que el viento me acaricia,
y que mis pies vuelan, sin alas,
es cuando tú percibes la añoranza,
la melancolía que enjugó mi ser,
hasta dejarlo seco como la grava...
Soporté el invierno imperecedero,
trazando caminos rocosos, desolados.
Soporté el asomo del verano pesaroso.
Aprendí a leer los versos vacíos,
que otras almas habían firmado
en las cortezas árboles marchitos.
Y entonces comprendí que un paraíso 
es un designio que brota del pensamiento.
Y ahora, que por fin puedo formular elogios,
y festejar los días pasados y venideros,
se manifiesta tu espíritu desnudo:
por primera vez, sincero y noble,
cultivando las gotas del llanto
que antes derramé sobre tu pecho.
Es tarde,
y ha amanecido.

He aprendido a vivir sin ti.

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