lunes, 24 de octubre de 2016

nada.



De nuevo, me he cruzado de bruces con la muerte...ha sido instantáneo, fugaz. Tan efímero que casi no he tenido tiempo de percatarme. De hecho, de no haber sido por las lágrimas que resbalaban por los rostros de mis allegados como un desfile de misericordia, aún no sería consciente de que he estado a punto de morir.

Llamadme mal agradecida,  pero creo que la sensación de asfixia es peor si sobrevives, porque en el fondo sabes que sigues muriendo poco a poco, que no has ganado la partida. Lo único que has ganado es tiempo, algo de tiempo para seguir temiendo su llegada.

Hace un mes que pasó, y sin embargo, cada noche, mi cerebro trata de imaginar con vano éxito ese momento. Es curioso, porque él ha decido olvidar, eliminar todo rastro de recuerdo para evitar el trauma. Y sin embargo, otra parte de él, la más consciente, trata cada día de intentar recordar lo que sucedió. A veces siento que mi cuerpo sigue suspendido en el aire, en un lapsus en el que nada respira excepto el tiempo. Sigo cayendo y cayendo, esperando ese choque contra el suelo, contra la realidad (al fin y al cabo, nada hay más real que la propia muerte) Oigo como cantan las agujas de todos los relojes del mundo, resuenan en mi interior y parece que están tratando de decirme algo, pero no me dicen nada, porque nada soy para ellos.

Sigo temiendo a la muerte, y sigo detestando la vida. Sigo despertando cada mañana, de la misma forma, quizás con algo más de peso a mis espaldas, pero como todos vosotros, trato de encontrar pasatiempos y ambiciones con las que evadirme de la verdad...

La verdad es mi desconocimiento de toda verdad, la incertidumbre, la confusión. Solo hay dos cosas certeras para mí. Una es que pienso, y la otra, que si existo, algún día tendré que dejar de hacerlo.

Y mientras tanto, la nada seguirá perturbándome día tras día.


No hay comentarios:

Publicar un comentario